
Los investigadores llevaron a cabo pruebas en un grupo de personas sanas empleando una técnica denominada microneurografía. Éstas determinaron que las señales que se producen al acariciar la piel circulan por una ruta directa hasta el cerebro y por esta razón ayudan a calmar el dolor. Los resultados del estudio se han publicado en la revista Nature Neuroscience.
Básicamente, las señales que indican al cerebro que se está produciendo una caricia tienen su ruta particular y directa hasta el cerebro y no quedan bloqueadas ni aún cuando el cerebro esta recibiendo impulsos de dolor en la misma área.
Hasta ahora, la función del sistema nervioso periférico en las sensaciones de placer no había recibido demasiada atención por parte de la comunidad científica.
El equipo de investigación entiende que los resultados del estudio son la primera prueba de que existe una relación entre las sensaciones de tacto agradables y positivas y la codificación relativa al nervio aferente periférico
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